Mentiras

“La gente nunca miente tanto como después de una cacería, durante una guerra o antes de una elección” —Otto von Bismarck

“Si dices una mentira lo suficientemente grande y la sigues repitiendo, eventualmente la gente creerá en ella.” —Atribuida a Joseph Göbbels

Casi todas las culturas y religiones condenan explícitamente a las mentiras. Sin embargo, mentimos cotidianamente sin pena ni preocupación: “Nosotros le llamamos”, “ya voy saliendo”, “llego entre una y dos”, “la última y nos vamos”, “me duele la cabeza”, “no plagié”, “si te portas mal, Santa Clos no te va a traer regalos” (siempre hay regalos, aunque nos portemos pésimo).

¿En qué consiste una mentira? A grandes rasgos, podríamos decir que una mentira se da cuando no hay una correspondencia entre un símbolo y su significado esperado. Los extranjeros esperan de “ahorita” algo muy próximo, pero aprenden que su significado es “un intervalo de tiempo entre el ahora y el infinito”. Pero no consideramos a los malentendidos como mentiras. 

Tampoco decimos “El Señor de los Anillos es una sarta de mentiras”. Sabemos que la ficción crea su propio contexto bajo los cuales nos permitimos narrativas que adquieren nuevos significados.

Si nos vamos al otro extremo, podríamos siempre encontrar un contexto en el cual el significado de un símbolo no sea el esperado. ¿Entonces todo son mentiras? No. Sí podemos hablar de verdades, pero no de verdades absolutas. Siempre serán contextuales.

Muchos niños aprenden a mentir alrededor de los tres años. Conforme van creciendo, la sofisticación de sus mentiras va a la par con su capacidad para entender qué es lo que los demás creen. Todas las infancias están rodeadas de fantasías, cuentos, juegos. No sólo no nos referimos a estas actividades como mentiras, sino que también se observan en otras especies.

Muchos animales juegan en la infancia como una forma de aprendizaje. Animales y plantas usan mimetismo para evitar depredadores. ¿Es una medida de supervivencia o una mentira? Se vuelve una carrera de armas evolutiva. Por ejemplo, a un animal venenoso (y también a sus depredadores potenciales) le conviene evolucionar colores brillantes para “señalar honestamente” que no se lo coman. Pero esto crea una presión en otros animales para que evolucionen colores o patrones similares para evitar que se los coman. Y entonces los depredadores tienen que evolucionar mecanismos para distinguir a los “mentirosos” de los “honestos”.

Estos ejemplos ilustran algunas ventajas de mentir. Por ejemplo, si sicarios persiguen a una víctima y nos preguntan sobre su paradero, sería virtuoso mentirles. Pero hay muchas más situaciones en las que las mentiras no son deseables, por eso son rechazadas por tantas culturas.

La ciencia se ha dedicado a la búsqueda de verdades. El método científico es la mejor herramienta que tenemos: comparamos diferentes explicaciones con evidencia, no sólo con retórica (la cual frecuentemente aprovecha las mentiras). A final de cuentas, buscamos que haya consistencia con nuestra experiencia.

A veces es difícil aceptar las cosas como son, y preferimos engañarnos a nosotros mismos para pretender que las cosas son como queremos que sean. 

Por otro lado, están quienes hacen del mentir un oficio, llámese propaganda o mercadotecnia. El objetivo es convencer, no importa ni el medio ni la verdad.

Podríamos decir que es imposible vivir sin mentiras. Son parte de nuestra humanidad. Pero eso no quiere decir que debamos aceptar todo tipo de mentiras sin distinción. ¿Qué mentiras nos indignan? ¿Qué criterios podríamos tener para distinguir mentiras “blancas” de las reprobables? Daño y sufrimiento.  Engaño. Dolo. En menor medida, ignorancia. Dado que en muchos casos la frontera es borrosa, es más fácil simplemente no mentir. Si no sabemos si una mentira generará daño o no, mejor no decirla. 

¿A quién daña plagiar un par de tesis y mentir al respecto? A todos los que quisiéramos  un sistema judicial confiable. ¿Cómo podríamos confiar en una ministra que, a pesar de toda la evidencia, miente con tal descaro?

Si nuestra clase política no toma una postura firme en contra de las mentiras, la consecuencia será una desconfianza generalizada. Y si “todos los políticos mienten”, quien tendrá más poder no será quien mienta menos, sino quien mienta más.

https://reforma.com/KySpvr

Cambios

Cuando mis bisabuelos dejaron Ucrania (Unión Soviética) en 1929, no sólo fue para no volver. Perdieron contacto con sus hermanos y amigos. No sólo por lo tardado de las cartas y viajes, sino también por el hermetismo de las fronteras y el creciente antisemitismo. Durante la guerra, los nazis establecieron sus cuarteles en Vinnytsia, donde nació mi abuelo. Quienes no habían emigrado para entonces, ya sea fuera de la URSS o hacia el este, probablemente no sobrevivieron.

Menos de un siglo después, vivimos en un mundo con muchísimos cambios. He vivido en 8 países y visitado otros 27. En 24 horas uno está del otro lado del planeta. Cuando vivimos en Bruselas, no se sentía que vivíamos en Bélgica, sino el Europa. Tal vez en menor medida, pero las diferencias en las Américas también las siento poco. O más bien, uno puede encontrar más diferencias dentro del mismo país que entre promedios de países.

Me considero mexicano porque crecí y he pasado la mayoría de mi vida en México, pero más humano que mexicano. Tengo genes judíos, europeos, americanos, africanos, árabes y chinos. Mi esposa es rusa, una de nuestras hijas es también estadounidense. Como consecuencia de la globalización, la mezcla de culturas, lenguajes y costumbres deja a las nacionalidades como una cuestión más política que otra cosa.

Con todos estos antecedentes, la decisión de mudarnos de país (otra vez) es mucho más fácil que para otras personas. A partir del otoño, seré Empire Innovation Professor en la Universidad de Binghamton en Nueva York.

Hubo varios factores que determinaron esta decisión. El principal fueron nuestras hijas. Considero que tendrán más oportunidades en Estados Unidos. No es que no haya problemas (tiroteos masivos, drogadicción, crimen), pero en México cada día uno se entera de niñas o mujeres que desaparecen. Si hay una oportunidad de reducir riesgos, ¿por qué no tomarla?

Otro factor importante es el estado de la ciencia en México, el cual es lamentable y no tiene perspectivas de mejora. Estoy sumamente agradecido con la UNAM por 14 años en los que pude investigar, enseñar y aprender en condiciones excelentes. Pero presupuestos reducidos y una burocracia excesiva nos dejan menos tiempo académico.

Mantendré una colaboración estrecha con colegas y estudiantes en México. Considero que podré contribuir más desde Estados Unidos que preocupándome por una creciente incertidumbre.

Este cambio no será como el de mis bisabuelos. Las distancias se acortan. Las fronteras se diluyen. Hay que darle prioridad al planeta sobre las naciones.

¡Emergencia, emergencia!

14 de febrero de 2014

No me refiero a la emergencia de peligro, crisis o salidas. La emergencia es una propiedad característica de los sistemas complejos. A pesar de haberse debatido desde hace siglos, el concepto todavía tiende a generar más confusión que explicación. Osaré intentar reducir, aunque sea un poco, la confusión.

Una célula: ¿de qué está hecha? De moléculas. No decimos que las moléculas están vivas, pero la célula sí. ¿de dónde viene la vida? Se puede decir que la vida es una propiedad emergente. Puede sonar esotérico, pero una propiedad emergente simplemente está presente a una escala y a otra no. Otro ejemplo: una barra oro. Tiene propiedades como color, maleabilidad, conductividad y temperatura que aunque dependen de los átomos del oro, no pueden deducirse a partir de las propiedades de los átomos. No es necesario que haya alguna “sorpresa” para que ocurra la emergencia, “simplemente” se necesitan interacciones. Es ahí donde se generan las propiedades a distintas escalas. Si estudiamos un átomo de oro aislado, no podremos deducir las propiedades de la barra porque no nos fijamos en las interacciones. De igual manera, en una célula no podremos comprender la vida si nos enfocamos sólo en las moléculas sin considerar sus interacciones. Aristóteles lo describió como “el todo es más que la suma de sus partes”.

En la India antigua, se menciona el ejemplo de una tela: no es causada por los hilos que la conforman. En otras palabras, podemos tener una bola de hilos, pero eso no hace una tela (तन्त्र (tantra) en sánscrito). En nuestros tiempos, diríamos que la diferencia es la organización: los mismos componentes, diferentes propiedades emergentes. En este contexto, Stuart Kauffman (2002) da un ejemplo interesante en su libro Investigaciones: Si ponemos a todos los seres vivos de nuestro planeta en una enorme licuadora y apretamos MAX, unos instantes después todavía tendremos la misma diversidad de moléculas. Sin embargo, al estar estas lejos de un equilibrio termodinámico, decaerían rápidamente, ya que no subsistiría la organización que las mantiene y las produce. Lo que hace tan especial a nuestra biosfera no son sólo sus componentes, sino cómo están acomodados.

Dos ejemplos más: nuestro cerebro está compuesto por neuronas. Las neuronas no tienen mente, pero nosotros sí. ¿De dónde viene nuestra mente? Emerge de las interacciones entre nuestras neuronas, nuestro cuerpo y nuestro entorno. Si una neurona se activa, no podemos saber a qué pensamiento pertenece esa activación.

En el Juego de la Vida de Conway: las estructuras que se mueven en el espacio no están especificadas en las reglas del juego: son un producto emergente de las interacciones locales entre las celdas. Si observamos a sólo una celda, no sabremos si es parte de una estructura de mayor escala o no.

Si hay tantos ejemplos de emergencia, incluidos nosotros mismos, ¿por qué es un concepto tan conflictivo y esotérico? Es una consecuencia del reduccionismo (a tratarse próximamente), el cual trata de explicar el todo en términos de sus partes. A su vez, se asume muchas veces que los componentes son reales, mientras que las interacciones no lo son. Pero no podemos aceptar que todo a nuestro alrededor es simplemente muchas partículas elementales. Por ejemplo, ¿el dinero es real? ¿dónde está? Si me fijo en los átomos o quarks que forman un billete, ¿cómo puedo saber cuánto es su valor? El valor lo damos nosotros con nuestras interacciones y convenciones sociales. No podemos reducir el dinero a la física. Sin embargo, el dinero tiene un efecto en el mundo físico, ya que es gracias a él que se transforman muchísimos materiales.

No sé si el dinero es real o no (depende de lo que entendamos por realidad). Pero es tan (ir)real como la materia y la energía, ya que tiene un efecto causal en ellas. De la misma manera, las interacciones son tan (ir)reales como los componentes. Una bacteria huyendo de un glóbulo blanco y un glóbulo blanco persiguiendo a una bacteria desplazan moléculas, de las cuales no podemos entender mucho si no consideramos que la vida es algo más que moléculas. Ese algo más son interacciones organizadas. ¿Son reales?

Para saber más:

Mercado de atención

Este siglo se ha caracterizado por una guerra sin tregua por nuestra atención. Durante mi infancia, el distractor más terrible era la TV, la malévola “caja idiota”. En tan sólo la última década, padres, maestros, amantes, hijos, amigos, hermanos, colegas y conocidos, tenemos que competir por la atención de nuestros hijos, estudiantes, terroncitos de azúcar, padres y demás, con Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, Tik Tok, SnapChat, LinkedIn, Reddit, Netflix, Disney+, HBO, Prime, Spotify, Wikipedia, audiolibros, podcasts, noticias y muchos más. Y ni hablemos de pornografía.

Internet ha generado una plétora constante de agujeros de conejo, que con la promesa de llevarnos a algún país de las maravillas, nos cautivan aprovechándose de nuestros flujos hormonales. Si de alguna manera pueden ayudarnos a generar serotonina, dopamina, oxitocina y/o endorfinas, nos harán felices por un momento. Querremos más, aunque erremos más.

La competencia es salvaje, ya que nuestra atención es el objetivo de un mercado con un valor de billones (millones de millones) de dólares. Los algoritmos se han vuelto tan sofisticados, que las compañías pueden personalizar el contenido ofrecido a cada usuario para maximizar el tiempo que consumimos su información (y por consecuencia, la de sus patrocinadores).

Las adicciones y secuelas que el mercado de atención producen se vuelven tan sólo daños colaterales, ni siquiera lamentables, dada la enorme cantidad de dinero que generan. Puedo escuchar a economistas defendiendo el bien de la economía mundial con estas prácticas “dolorosas pero necesarias”, sin considerar cómo están transformando a los individuos y a las sociedades.

Se podría argumentar que estoy exagerando y que no hay de qué preocuparse. Sólo hay “casos aislados”. El hecho es que casi no hay regulación sobre cómo nos distraemos en situaciones que parecerían sin importancia.

En China, un joven falleció después de pasar días sin comer ni dormir pegado a la pantalla. Se han impuesto límites sobre cuánto tiempo los jóvenes pueden jugar al día, algo que no se podría hacer en países “democráticos”, pero sabemos que esto no ataca las causas del problema, si acaso los síntomas.

Tan sólo en EEUU, a pesar de que en casi todos los estados está prohibido usar el teléfono al manejar, esta distracción es la causa principal de unos 50,000 accidentes y 400 muertes al año. 

La era del entretenimiento evita que nos aburramos. Pero al mantenernos entretenidos constantemente, no podemos aguantar la falta de estímulos ni un minuto. Tres pisos en el elevador son suficientes para justificar checar el celular, recibiendo un golpecito de oxitocina.

Hay tantas opciones para consumir información, que es común sentir constantemente que nos estamos perdiendo de algo (FOMO, fear of missing out). El exceso de opciones también genera estrés. Aceptemos que nos perderemos la mayoría de la información que nos podría interesar. Ya era un problema con cientos de canales de cable. Pero ahora tenemos el universo bajo demanda (UOD, universe on demand). Abúrrase quien pueda.

Lo cierto es que todavía no sabemos bien qué tantas consecuencias el mercado de atención está generando ¿Cómo está afectando nuestras mentes, nuestras relaciones, nuestras sociedades? 

Durante mi infancia, se hablaba de los efectos nocivos de los videojuegos. Todavía no hay consenso, pero al parecer hay más beneficios que peligros, si no se juegan en exceso. Algo similar con la pornografía.

Hay aspectos positivos del mercado de atención, aunque probablemente hay amplias oportunidades de mejora: proveen información en tiempo real, permiten producir contenido a la mayoría de las personas, nos ofrecen entretenimiento personalizado, gatitos, etc. 

Aspectos negativos: polarización social, dependencia (adicción), insatisfacción/depresión (cuando nos acabamos nuestras hormonas de la felicidad), nuevo opio del pueblo, etc.

Obviamente, quisiéramos todo lo positivo y nada de lo negativo, lo cual sería más pretencioso que chiflar y comer pinole. Pero sí podemos buscar un balance, tanto individual como socialmente. 

Podemos preguntarnos sobre la información que consumimos y cómo la consumimos: ¿Nos ayuda a ser mejores personas? ¿Nos hace más felices? ¿Compasivos? ¿Amorosos? ¿Resuelve o agrava/genera conflictos?

¿Ustedes qué opinan?

¿Qué es la complejidad?

3 de octubre de 2013

Una parvada de aves: miles de individuos se coordinan sin necesidad de un líder que les diga qué hacer, formando patrones espectaculares. Hasta hace poco, no se había estudiado el comportamiento de parvadas, cardúmenes, manadas o multitudes científicamente. No se tenían las herramientas. Desde la popularización de las computadoras (ordenadores) en los 1980’s, podemos estudiar miles de variables, lo cual es imposible con papel y lápiz. De maner similar al microscopio y al telescopio, la computadora ha sido una herramienta que nos permite explorar un nuevo mundo: el de la complejidad.

Usualmente, la palabra “complejo” se usa como sinónimo de “complicado”. Es cierto que sin una ayuda computacional, es difícil comprender los sistemas complejos. Sin embargo, en décadas recientes se han distinguido estos dos conceptos, ya que empezamos a entender reglas sencillas que pueden generar complejidad. Podemos decir que algo complejo es difícil de separar. Tiene su raíz en el latín plexus, que quiere decir entretejido. Por ejemplo, no es posible estudiar una parvada de aves enfocándose en una sola ave, ya que su comportamiento depende de las interacciones con sus vecinos. No podemos separarla para comprenderla, ya que las interacciones determinan su velocidad y dirección. Necesitamos estudiar a los individuos y sus relaciones para poder describir a la parvada.

¿Qué otros sistemas complejos podemos identificar? Una sociedad, por ejemplo, tiene propiedades (costumbres, lenguaje, moda, valores) que son un producto de la interacción no sólo entre individuos, sino también de la interacción entre individuos y sociedad (a distintas escalas). Una célula está formada por moléculas. Decimos que la célula está viva, pero las moléculas no. ¿De dónde salió la vida? No podremos comprenderlo si estudiamos a las moléculas o a las células de manera aislada. Propiedades fundamentales de la vida se encuentran en las interacciones entre moléculas. De manera similar, un cerebro puede exhibir propiedades mentales sólo al considerar interacciones entre sus elementos (neuronas) y con su entorno.

Las propiedades que se encuentran en una descripción de un fenómeno pero no en otra se pueden llamar emergentes. La vida emerge de las interacciones de las moléculas, la mente emerge de las interacciones de las neuronas y las costumbres emergen de las interacciones de los individuos. No hay nada mágico en las propiedades emergentes si consideramos a las interacciones. Otro ejemplo: una barra de oro tiene propiedades emergentes, tales como color, conductividad y maleabilidad, las cuales no se encuentran ni se pueden deducir de las propiedades de un átomo de oro.

En este blog nos dedicaremos a explorar cómo el estudio científico de la complejidad nos abre nuevas ofrece nuevas perspectivas sobre nuestro mundo. Descubramos juntos.

Nota: En 2013 empecé a colaborar con SciLogs, plataforma de Investigación y Ciencia, la versión Española de Scientific American. Los nuevos dueños están por descontinuar el sitio, por lo que iré recompartiendo por aquí las 11 entradas que llegué a hacer.