Hace pocos años, Lorenzo Meyer planteaba la pregunta de cómo reintegrar criminales a nuestra sociedad. No he encontrado una respuesta convincente en todo este tiempo, pero cada vez es más urgente discutir este tema y explorar posibilidades. Aunque nos vayamos equivocando, es necesario cambiar eventualmente la tendencia actual.
Asumiendo que se pueda reducir de manera notable la impunidad, y que nuestro sistema de justicia pueda procesar a, digamos, la mitad de las personas que han cometido delitos graves, ¿tendríamos espacio en cárceles para ellos? Estaríamos hablando de cientos de miles. No cabrían, por lo que aplicar la ley como está establecida no sería factible (y afortunadamente la pena de muerte está prohibida). Pero más allá del costo económico, nos debería de preocupar el costo social: ¿cómo se podrían eventualmente reincorporar criminales a la sociedad con actividades lícitas, después de haberse acostumbrado a un estilo de vida que para muchos es la única opción para salir de la pobreza?
Se intentó combatir a algunos cárteles durante el sexenio de Calderón, pero aumentó la violencia: como una hidra, al cortar una cabeza surgen tres, que después se disputan las plazas. El resultado es que el número de cárteles en el país ha aumentado considerablemente (se cuentan alrededor de cuarenta), con graves consecuencias.
En este sexenio, se han intentado los “abrazos, no balazos”, al mismo tiempo de que se ha militarizado el país. No parece que esté funcionando, independientemente de cómo se quieran manejar las cifras. ¿Qué opciones quedan?
Más importante que un castigo a los criminales, México necesita que bajen los crímenes. Necesitamos paz. Podríamos aprender algo del largo y tortuoso camino de Colombia en su búsqueda de paz, tanto de sus aciertos como de sus errores. Hay que considerar también que a pesar de tener varias similitudes con Colombia, hay diferencias importantes. La principal: no hemos tenido guerrilla por más de medio siglo.
Después de la paz firmada en 2016, el pueblo y gobierno colombianos se han enfocado en sanar las heridas que perduran en el “posconflicto”. Una de las medidas implementadas es una amnistía, la cual por un lado ha sido criticada (¿cómo van a dejar que un terrorista sea presidente?), y por otro lado es muy temprano para evaluar su eficacia.
Podríamos entretener la idea de una amnistía en México, pero no serviría de mucho si siguen los niveles de impunidad actuales. De hecho, es tanta la impunidad que parecería que vivimos en amnistía constante. Históricamente, ha habido amnistías que han funcionado y otras que no. Habría que evaluar qué condiciones serían necesarias para una amnistía exitosa. Aunque me parece que todavía no las tenemos, podríamos intentar dirigirnos en conseguir esas condiciones.
Además de reducir la impunidad, debería de haber incentivos para no reincidir en el crimen. ¿Qué opciones legales de vida estarían disponibles? De hecho, la falta de opciones es uno de los motivos principales por los cuales la gente delinque. Si no hay nada que perder, vale la pena cualquier riesgo por ganar lo que sea.
¿Legalizar las drogas? Podría ayudar, pero todavía quedarían muchas más actividades criminales: asesinatos, secuestros, robos, trata y tráfico de personas, etc.
Tal vez primero deberíamos preguntarnos si tenemos claras todas las causas de la violencia. Algunas sí, pero si no las atendemos todas, seguiremos lamentando baños de sangre desde la impotencia. Valdría la pena iniciar un diálogo — como ha sugerido Sergio Aguayo en estas páginas — para buscar soluciones desde todas las perspectivas posibles, considerando todas las causas de la violencia.
Pensando en que es difícil que las cosas puedan empeorar más, recordemos a Ruanda. A fines del siglo pasado, cayeron en una espiral de pobreza que terminó en guerra civil y genocidio en 1994 (sin eliminar la pobreza). Es poco probable que lleguemos a tal situación, pero nos da una idea de qué tanto todavía pueden empeorar las cosas.
Dicho esto, espero que no tengamos que tocar fondo antes de decidir que lo que más le conviene a México y nos convienen a la mayoría de sus ciudadanås es la paz.
Agradezco a Ana Téllez, Carlos Pineda y Nelson Fernández por sus opiniones sobre Colombia.