En la literatura hay varios ejemplos de tragedias centradas alrededor de mujeres que sufren por su falta de abnegación: Anna Karénina, Madame Bovary, La Letra Escarlata. Pareciera que reciben un castigo divino por no aceptar su destino. A su vez, hay otras tragedias donde las mujeres sufren precisamente por ser abnegadas, tales como Úrsula Inguarán en “Cien Años de Soledad” y Stella en “Un Tranvía Llamado Deseo”. Si ellas aceptaron su destino, ¿por qué tienen que sufrir?
Probablemente yo no sea la persona más adecuada para escribir sobre este tema, habiéndome beneficiado directamente de la abnegación de las mujeres de mi familia en particular y de las mujeres de la sociedad en general. Pero me parece que puede servir para reiniciar una discusión que deberíamos de tener mucho más presente. Sin embargo, háganle más caso a cualquier mujer con experiencia propia que a mí, que sólo observo desde la comodidad de mis barbas.
Según el diccionario, la abnegación es la “renuncia voluntaria a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de otras personas”. Muchas especies exhiben comportamientos similares, ya que tienen ventajas evolutivas. En ciertos casos, puede ser benéfico para la especie que algunos individuos se sacrifiquen, ya sea por las crías o por otros miembros de su grupo social.
En humanos, la compasión ofrece ventajas tanto a los individuos que la tienen (las “buenas acciones” pueden liberar dopamina, oxitocina y serotonina) como a los grupos sociales a los que pertenecen (mejor cooperar que competir dentro del grupo).
No es que haya algo malo con la abnegación, de hecho se considera una virtud (abundan ejemplos en la Biblia, Penélope en La Odisea, etc.). El problema es que no tenemos los mecanismos sociales apropiados para valorarla, agradecerla y prevenir que otros se aprovechen de ella.
Para empezar, en algunos casos se asume que la abnegación es una cualidad esperada en las mujeres, generando estigmatización si alguien decide no ser abnegada. Al mismo tiempo, puede haber estigmatización de quienes deciden ser abnegadas. Me parece que el grado de abnegación de cada mujer debería de ser una decisión individual, no impuesta. Creo que sería un error moral exigir a una mujer más o menos “sacrificio” del que estaría dispuesta a ejercer.
En segundo lugar, entendiendo que la abnegación es algo gradual, no un “todo o nada”, tanto individuos como grupos tendemos a aprovecharnos, si no es que a abusar, de la abnegación (independientemente de si la abnegación es forzada u ofrecida de buena fe). ¿Cómo limitar nuestra exigencia?
Finalmente, al dar por sentado que las mujeres tienen que ser abnegadas, tendemos a no apreciar ni agradecer los sacrificios que hacen por nosotros. Obviamente no es suficiente llevarlas a un restaurante el día de las madres. ¿Qué tan complicado es que seamos conscientes de sus esfuerzos? ¿Es posible tener una actitud agradecida constantemente? ¿Es tan difícil algo tan fácil como mirarlas de una manera apreciativa?
Dejando tantas preguntas en el aire e intentando ser pragmáticos, hay varias cosas que podemos hacer sin necesidad de tener divagaciones existenciales (las lectoras podrán agregar más puntos a esta lista):
- Platicar abiertamente sobre el nivel de abnegación que cada mujer está dispuesta a tener, para que los demás no esperemos (ni exijamos) de menos o de más.
- Respetar la abnegación que cada mujer decida tener.
- Mejorar programas escolares, de guardería y de actividades fuera de la escuela (deporte, arte, ciencia) para que las madres tengan la libertad de elegir su nivel de abnegación.
- Mejorar redes de apoyo social para que las mujeres no sean forzadas a ser abnegadas.
- Propagar educación y concientización a todos los niveles sobre la abnegación.
- Individualmente, apreciar, valorar y agradecer la abnegación de las mujeres, nos beneficiemos de ella o no.
Sé que el tema de la abnegación es sólo una pieza en el rompecabezas de nuestras sociedades centradas en los hombres. No estoy ignorando todos los demás factores que se relacionan con la abnegación ni con la desigualdad que desfavorece a las mujeres. Simplemente hay que empezar por muchos lados al mismo tiempo, y este es uno más.
