Monstruos

“Los monstruos son los santos patronos de nuestra dichosa imperfección”

—Guillermo del Toro

Hace algunas semanas, asistí a un seminario de David Livingstone Smith sobre su libro más reciente “Making Monsters: The Uncanny Power of Dehumanization” (Haciendo monstruos, el extraño poder de la deshumanización). En el libro, Smith analiza cómo ha sido posible que nuestra especie realice masacres y genocidios. Al parecer, en muchos casos se han presentado a las víctimas como monstruos, manipulando con propaganda a ciudadanos normales y convirtiéndolos en asesinos.

Cuando hablamos de genocidios, podríamos pensar que es algo que nuestra avanzada civilización ha dejado como una reliquia en nuestro pasado bárbaro. Pero en el siglo XX se pueden contar varios, incluyendo el armenio, el chino, el holocausto judío, en Bosnia y en Ruanda (los dos últimos en los 1990s) y otros más. No hay nada que nos diga que no tendremos más genocidios, por lo que es de suma importancia estudiar sus mecanismos para poder evitarlos.

La teoría de Smith es que se requiere primero “deshumanizar” a quienes podrían ser víctimas de masacres. En otras palabras, se promueve una narrativa en la que se les describe como “monstruos”, combinando exageraciones y llanas mentiras. La idea es que un grupo social no podría exterminar violentamente a otro grupo si su empatía no fuese erosionada antes por un proceso deshumanizador. Sólo cuando se percibe a los otros como “monstruos”, se pueden cometer las atrocidades que tanto quisiéramos evitar.

Uno puede escuchar entrevistas de ucranianos y rusos en las que bien parecería que no consideran humanos a sus “enemigos”, aún cuando fueron parte de las mismas naciones por más de un milenio (Rus de Kiev, Horda de Oro, Imperio Ruso y Unión Soviética) y comparten muchísimos aspectos lingüísticos, sociales y culturales.

En México, la mayoría de las matanzas registradas se han llevado a cabo en años recientes, principalmente por el crimen organizado. Las de Tlatelolco (1968), el Halconazo (1971) y Acteal (1997) tienen sus peculiaridades, y sería interesante explorar qué tan consistentes son con la propuesta de Smith. Es decir, algunas matanzas se pueden explicar usando una narrativa de monstruos, pero probablemente haya matanzas que tengan otras explicaciones.

Cuando surgió Internet en los 1990s, se tenía la idea de que sería un vehículo para brindar conocimiento a la mayoría. Ha cumplido con ese papel, pero en la última década hemos visto cómo se ha utilizado este mismo medio para propagar mentiras, noticias falsas, propaganda y manipular a distintos sectores de la sociedad. Al haber una regulación demasiado laxa sobre el contenido que se comparte a través de redes sociales, el riesgo de que las narrativas deshumanizantes se propaguen bien podría aumentar.

Algo importante es que no se necesita querer lograr una masacre para usar técnicas similares con fines políticos. Es común usar narrativas que descalifican, sin llegar a nivel de deshumanizar, a personas con ideas “enemigas”. El problema es que si permitimos este tipo de prácticas, es muy difícil ponerles alto y decir “esto ya es demasiado”. No estoy diciendo que fácilmente un país se deslizaría a un nivel similar al del nazismo. Pero hay que ser intolerantes con los intolerantes. La quema de la efigie de la ministra presidenta en el Zócalo hace poco va por ese camino. Aunque muchos políticos de todas las tendencias condenaron el hecho, incluyendo al presidente, en redes sociales hubo quienes hasta justificaron el acto.

Smith argumenta que el proceso de deshumanziación está asentado profundamente en nuestra psicología. Precisamente por ser humanos, somos vulnerables a las manipulaciones de quienes se beneficial de la política de la demonización y la violencia.

Al aprovechar el miedo que nos producen los “monstruos”, ¿se están convirtiendo los agresores en monstruos ellos mismos? Smith opina que los monstruos no existen. Son el producto de una narrativa engañosa que busca manipular a la gente para conseguir sus fines.

Algo que podría ser alentador es que en la cultura popular se han propagado narrativas de “monstruos amigables” (Hotel Transilvania, Monstruos, Inc.), o por lo menos, se explora su lado “humano” (Frankenstein, La Forma del Agua). Si podemos sentir empatía aún por aquello que no es humano, la esperanza es que las prácticas deshumanizadoras pierdan su efectividad.

1 pensamiento sobre “Monstruos”

  1. Me parece que así es. En política, cuando han querido eliminar a un competidor o enemigo, sin que sea una masacre de varios, primero atacan su presencia, con verdades o mentiras. Se decía que le estaban tendiendo la cama. Y luego venía la eliminación incluso física.

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