Libertad

¿Qué tanta libertad es óptima para una sociedad? Habrá quienes pretendan defender los beneficios de la esclavitud o la colonización a la economía, pero cualquier persona con un mínimo de empatía aceptaría que el sufrimiento humano de estas prácticas no justifica ningún crecimiento económico. Tanto la esclavitud como la colonización se combatieron bajo la bandera de libertad.

Apreciamos tanto la libertad, que su privación es de los peores tanto crímenes (secuestro) como castigos (prisión). «Vivir libre o morir» fue lema en la primera Revolución Francesa. Versiones similares se usaron en luchas independentistas en Escocia (1320), Cataluña (1714), Estados Unidos (1775), Haití (1804), Grecia (1821), Brasil y Uruguay (1822), Bulgaria (1876), Ucrania (1917) y muchos más. 

A pesar del alto valor que todavía le damos a la libertad, presenciamos múltiples ejemplos actuales de cuasi-esclavitud (maquiladoras en Asia, agricultura que abusa de  indocumentados, etc.) y de neocolonialismo (¿qué tanta libertad tienen los países que dependen económicamente de otros en nuestra era globalizada?).

Vemos que no podemos hablar de libertad de manera absoluta, sino que ésta siempre será gradual. Hay una tendencia a aumentar los niveles de libertad, pero ¿habrá algún límite? Por ejemplo, si hablamos de libertad expresión, ahora tenemos un debate: ¿qué tanto debería de permitir una sociedad que los ciudadanos expresen sus ideas? Hay algunas que no tienen problema, otras en que acordamos que deberían limitarse (e.g. agresión, amenazas), pero otras donde no hay consenso. Por ejemplo, mensajes antivacunas: atentan contra un esfuerzo de controlar una emergencia de salud pública, pero hay quienes dirían que también contra la libertad de expresión. O bien, un gobierno autoritario puede censurar a sus críticos acusándolos de incitar a la desestabilización. En la comedia es un dilema: ¿qué tanto se puede hablar sobre temas tabú sin ser «cancelados»?

En otro contexto, los adolescentes quieren libertad de sus padres: poder decidir qué hacer con su vida. Pero pocos aceptarían dejar sus hogares y familias, trabajar, «independizarse» y responsabilizarse a cambio de tal libertad. 

Siempre es tentador hacer lo que nos de la regalada gana. Pero siempre ha habido límites sociales. Desde normas hasta mandamientos, desde constituciones hasta etiqueta, nuestro comportamiento individual es restringido para evitar «fricciones» sociales. Los grupos sociales que no han logrado implementar tales mecanismos simplemente no han sobrevivido, ya que se generan demasiados conflictos como para poder competir con grupos mejor organizados y coordinados.

Podríamos decir que mis libertades terminan donde afectan negativamente a los demás. Sólo cuando se demostró que el humo del tabaco afectaba a fumadores pasivos, se pudieron legalizar prohibiciones para fumar. El alcohol también afecta a los demás: desde violencia y abusos hasta homicidios por automovilistas borrachos. Sin embargo, el intento de prohibir el alcohol en EEUU hace un siglo no eliminó su consumo y promovió la violencia de gángsters. Se ha intentado regular de distintas maneras la producción y el consumo de alcohol y otras drogas, pero no se ha alcanzado una situación satisfactoria.

Con la globalización, la integración a distintas escalas ha aumentado: cada vez mis acciones potencialmente afectan a más personas, desde modas hasta memes/videos virales. La imitación es parte de nuestra naturaleza. Nicholas Christakis y James Fowler han mostrado que se contagian hábitos socialmente, tanto saludables como nocivos. Lo que yo haga afecta a mi entorno y mi entorno me acaba afectando a mí. A todos nos conviene impulsar tanto el beneficio individual como el colectivo. 

La libertad es un concepto. Hay quienes se han aprovechado de él para vendernos ideas o productos. Sabemos que nunca tendremos libertad absoluta (necesitamos oxígeno, agua, comida…), pero siempre la defenderemos.

Lo ideal sería buscar un balance entre la libertad individual y beneficios sociales. Obviamente, hay sociedades donde se restringen las libertades individuales y no se reciben beneficios colectivos. Hay ventajas de ser controladores, en lugar de controlados. Aunque también desventajas. Más libertad implica más responsabilidad. ¿Estamos dispuestos a asumirla?

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