Ya quedan pocos con el descaro o la ignorancia de negar el cambio climático causado por nuestra especie. Sequías, inundaciones, huracanes, incendios, deshielos, récords de temperaturas… todos nos hemos visto afectados.
Sin embargo, parecería que el fatalismo nos invade: se asume que ya es demasiado tarde para hacer algo, que vendrá lo que vendrá y hay que esperar “lo mejor”. O bien, que hay que gastar muchísimo dinero y simplemente no nos alcanza para implementar los cambios necesarios. Puras patrañas.
El calentamiento global se debe principalmente a las altas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La mayoría de estos gases se producen cuando generamos energía: para transporte, electricidad, en la industria, calefacción, etc. Todas estas pueden reemplazarse por fuentes que no generan gases. Energías hidroeléctrica, geotérmica, eólica y solar se complementan con distintos métodos de almacenamiento de electricidad y combustibles de hidrógeno (y de manera más general, PtX). La agricultura es otra historia (11% de emisiones), pero también tiene soluciones (la más relevante: comamos menos carne de res).
Doyne Farmer — investigador de la Universidad de Oxford y del Instituto Santa Fe — y sus colaboradores han estudiado las tendencias de diversas tecnologías por varios años. Sus predicciones se han cumplido: los precios de la mayoría de las energías sin emisiones han ido disminuyendo de forma exponencial. En comparación, petróleo y carbón se han mantenido durante décadas (a pesar de fluctuaciones en sus precios), mientras que la energía nuclear ha ido encareciéndose lentamente.
Farmer et al. se han enfocado en cuatro tecnologías claves para dejar de usar combustibles fósiles: solar, eólica, baterías y electrolizadores PtX. Estos últimos usan energía eléctrica para generar combustibles limpios como el hidrógeno. Siguiendo las tendencias actuales (que llevan décadas), en 10 años se podría reducir en 70% el consumo de combustibles fósiles, llegando a cero en 20 años.
Sobre los costos: gastamos en energías alrededor del 4% de PIB global. Esta es una cifra similar al turismo, que prácticamente se paralizó durante los primeros meses de la pandemia. Sin embargo, el sector energético es esencial: no podríamos suspenderlo ni una semana sin causar catástrofes globales. Pero no hay que vaciar las arcas nacionales para prevenir hecatombes causadas por el cambio climático. Como comparación, durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos gastó más del 40% de su PIB en defensa. Más aún: la inversión en energías renovables no es un desperdicio: se generarían empleos, se acelerarían todavía más los desarrollos tecnológicos, ganarían dinero quienes tengan la suficiente visión.
Es claro que los principales obstáculos no son ni tecnológicos ni económicos, sino políticos. Los países y empresas que se benefician de los combustibles fósiles se han dedicado más de medio siglo a obstaculizar transiciones energéticas sostenibles, usando una diversidad de herramientas: políticos y “científicos” comprados, campañas de desinformación, subsidios, etc. Si además agregamos nuestra incapacidad global de coordinación, las perspectivas no son alentadoras.
China ha invertido en energías renovables, siendo el país que genera más energía solar y eólica, aunque sigue aumentando su consumo de carbón. Tan sólo el 15% de su energía es renovable.
El gobierno de Joe Biden ya ha empezado a actuar en Estados Unidos: El “Green New Deal” (nuevo acuerdo verde) ha salvado varios obstáculos, de casi todos los republicanos y también de algunos demócratas. Este mes se aprobaron $370 mil millones de dólares, que se suman a $200 mil millones aprobados el año pasado.
México ha ido aumentando lentamente su producción de energía solar y eólica, cada una contribuyendo alrededor de 6% al total nacional. Todavía hay un enorme potencial. Tan solo en el Istmo de Tehuantepec, se podría generar seis veces más energía eólica a la que se produce ahora en todo el país. Y en un área de 25x25km del desierto de Sonora se podría generar toda la energía que consume el país.
¿Quién podría convencer a nuestros políticos para que tomen las mejores decisiones, tanto para el planeta como para nuestra economía? ¿Acaso las prioridades no son claras?
Artículo publicado en https://reforma.com/Dhrt0r
Datos en https://ourworldindata.org/renewable-energy