Mercado de atención

Este siglo se ha caracterizado por una guerra sin tregua por nuestra atención. Durante mi infancia, el distractor más terrible era la TV, la malévola “caja idiota”. En tan sólo la última década, padres, maestros, amantes, hijos, amigos, hermanos, colegas y conocidos, tenemos que competir por la atención de nuestros hijos, estudiantes, terroncitos de azúcar, padres y demás, con Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, Tik Tok, SnapChat, LinkedIn, Reddit, Netflix, Disney+, HBO, Prime, Spotify, Wikipedia, audiolibros, podcasts, noticias y muchos más. Y ni hablemos de pornografía.

Internet ha generado una plétora constante de agujeros de conejo, que con la promesa de llevarnos a algún país de las maravillas, nos cautivan aprovechándose de nuestros flujos hormonales. Si de alguna manera pueden ayudarnos a generar serotonina, dopamina, oxitocina y/o endorfinas, nos harán felices por un momento. Querremos más, aunque erremos más.

La competencia es salvaje, ya que nuestra atención es el objetivo de un mercado con un valor de billones (millones de millones) de dólares. Los algoritmos se han vuelto tan sofisticados, que las compañías pueden personalizar el contenido ofrecido a cada usuario para maximizar el tiempo que consumimos su información (y por consecuencia, la de sus patrocinadores).

Las adicciones y secuelas que el mercado de atención producen se vuelven tan sólo daños colaterales, ni siquiera lamentables, dada la enorme cantidad de dinero que generan. Puedo escuchar a economistas defendiendo el bien de la economía mundial con estas prácticas “dolorosas pero necesarias”, sin considerar cómo están transformando a los individuos y a las sociedades.

Se podría argumentar que estoy exagerando y que no hay de qué preocuparse. Sólo hay “casos aislados”. El hecho es que casi no hay regulación sobre cómo nos distraemos en situaciones que parecerían sin importancia.

En China, un joven falleció después de pasar días sin comer ni dormir pegado a la pantalla. Se han impuesto límites sobre cuánto tiempo los jóvenes pueden jugar al día, algo que no se podría hacer en países “democráticos”, pero sabemos que esto no ataca las causas del problema, si acaso los síntomas.

Tan sólo en EEUU, a pesar de que en casi todos los estados está prohibido usar el teléfono al manejar, esta distracción es la causa principal de unos 50,000 accidentes y 400 muertes al año. 

La era del entretenimiento evita que nos aburramos. Pero al mantenernos entretenidos constantemente, no podemos aguantar la falta de estímulos ni un minuto. Tres pisos en el elevador son suficientes para justificar checar el celular, recibiendo un golpecito de oxitocina.

Hay tantas opciones para consumir información, que es común sentir constantemente que nos estamos perdiendo de algo (FOMO, fear of missing out). El exceso de opciones también genera estrés. Aceptemos que nos perderemos la mayoría de la información que nos podría interesar. Ya era un problema con cientos de canales de cable. Pero ahora tenemos el universo bajo demanda (UOD, universe on demand). Abúrrase quien pueda.

Lo cierto es que todavía no sabemos bien qué tantas consecuencias el mercado de atención está generando ¿Cómo está afectando nuestras mentes, nuestras relaciones, nuestras sociedades? 

Durante mi infancia, se hablaba de los efectos nocivos de los videojuegos. Todavía no hay consenso, pero al parecer hay más beneficios que peligros, si no se juegan en exceso. Algo similar con la pornografía.

Hay aspectos positivos del mercado de atención, aunque probablemente hay amplias oportunidades de mejora: proveen información en tiempo real, permiten producir contenido a la mayoría de las personas, nos ofrecen entretenimiento personalizado, gatitos, etc. 

Aspectos negativos: polarización social, dependencia (adicción), insatisfacción/depresión (cuando nos acabamos nuestras hormonas de la felicidad), nuevo opio del pueblo, etc.

Obviamente, quisiéramos todo lo positivo y nada de lo negativo, lo cual sería más pretencioso que chiflar y comer pinole. Pero sí podemos buscar un balance, tanto individual como socialmente. 

Podemos preguntarnos sobre la información que consumimos y cómo la consumimos: ¿Nos ayuda a ser mejores personas? ¿Nos hace más felices? ¿Compasivos? ¿Amorosos? ¿Resuelve o agrava/genera conflictos?

¿Ustedes qué opinan?

3 comentarios sobre “Mercado de atención”

  1. Esto en algún momento afectará el desarrollo de las capacidades? El estar tras un dispositivo sin fines productivos, o marcará una brecha entre los que usan los dispositivos con diferentes objetivos?

    1. Pienso que puede ser un arma de doble filo. Por un lado, podemos hacer más cosas con estas tecnologías. Por otro lado, podrían generar atrofias al dejar de realizar ciertas actividades. Algo similar con el automóvil: nos permite desplazarnos como nunca, pero genera sedentarismo (del cual se desprenden obesidad, diabetes, cardiovasculares, cáncer, etc.), tráfico, contaminación, etc.

  2. Sabemos que el “mercado de atención” funciona con unas premisas (valores, por activa o por pasiva) muy individualistas. Sabemos que las nuevas tecnologías se pueden utilizar (se están utilizando) como “creadores de opinión/creencias masivas”; mucho me temo que fue para lo primero que empezaron a utilizarse. Sabemos que vivimos en una cultura global narcisista que algunxs consideramos que ha ido “empeorando” y cada vez se desliza más hacia una cultura psicopática. Sabemos de interconexiones, complejidad y redes (no tantxs como sería deseable pero cada vez más). Sabemos cómo “los mandatos” culturales, transgeneracionales, se instalan en todxs y cada una de nosotros (a modo de software que da estructura al hardware); y que esto ocurre a través de mecanismos de conexión emocional, en los primeros vínculos emocionales (de apego, en el sentido que da a esta la palabra la Teoría del Apego de J. Bowby) que establecemos con quienes nos reciben al llegar al mundo. Por cierto, Bowlby establece su Teoría del Apego basado, entre otras cosas, en la disponibilidad de nuevas tecnologías que hacen posible las grabaciones en video, rudimentarias, pero a las que ya tenían acceso la pareja de trabajadores sociales que hicieron esas grabaciones en un proyecto común con Bowby. Una nueva herramienta que permite observar y estudiar fenómenos determinados en formas antes imposibles. Somos producto de las decisiones que tomamos cotidianamente. Somos seres interdependientes (o no somos). No sé si consigo explicarme (es difícil porque a la vez intento entender). Pero el conocimiento es una “construcción” “emergente” de la compleja interacción entre múltiples mentes (nodos) humanas… GRACIAS

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