En meses recientes, naturalmente asociamos las olas con la pandemia de COVID-19, por lo que la obra de Aivazovsky se vuelve una potente metáfora. La tormenta pandémica ya ha destrozado nuestras naves y nos aferramos a sus restos, mientras que permanece la incertidumbre de nuestra salvación o perdición.
¿Tenemos que esperar a una «novena ola» para actuar? ¿Dejaremos a políticos definir nuestra salvación o perdición? ¿O podremos ser conscientes de la urgencia aunque nuestros hospitales no estén saturados y actuar?
Artículo completo en https://reforma.com/v1qIkr //registro gratis